Qué tristeza, esta pequeña croquetilla ceniza, que desde hace diez años es la alegría de la puerta, el ladrido avisador, la vivacidad constante, el timbre de la pereza.... tiene un cáncer galopante ya con metástasis en los pulmones.
Sé cómo llamar a este sentir que me atenaza el corazón y se me agarra al estómago, pero ahora mismo no puedo pararlo. Ella ajena a todo mal corretea, y está ojo avizor de todo lo que caiga de la mesa para dar buena cuenta, olisquea el aire húmedo de la ventana, ladra al cartero, al repartidor de pizzas, como siempre... toma las medicinas envueltas en su comida preferida y se deja curar con gasa y betadine los puntos de la herida sin soltar un quejido y lamiendo la mano que la cura. Es más, lame los lagrimones que se nos han ido cayendo a todos y cada uno de la familia al enterarnos. Qué tristeza más grande, inmensa... siendo ella tan chiquitilla... Cuánta pena puede caber en un bolsillo , en una mano.